jueves, 11 de junio de 2009

Precipicios del alma

Sosteniendo el peso de su cuerpo con la única ayuda de las yemas de los dedos de su mano derecha se balancea, luchando por no mirar el precipicio que amenaza a sus pies, el fondo del valle lo espera con mirada voraz mientras se relame observando a la que será su nueva victima. La roca que sirve de único sustento, empieza a teñir su fría textura con la roja sangre que derraman unos dedos que no pueden más. Lucha por mantenerse, no grita de dolor y es capaz de sonreír desafiante mientras observa la impaciente mirada de una muerte que ya afila su plateada guadaña.

Un recuerdo lo atrapa mientras intenta alejar el dolor punzante que proviene de sus cansados y ajados dedos. ¿Qué lo llevó hasta aquel lugar?, ¿qué sucesión de acontecimientos lo habían llevado hasta darse de bruces con este precipicio que amenazaba ser morada del triste fin de sus días?.

Cierra los ojos y observa un rostro, el último rostro que acierta a recordar. El rostro de la locura, la maquillada tez de la lujuria, el blanco sombrero de un cuerpo hecho de polvo, la fina seda del olvido, la transparente y escurridiza memoria.

Compara la anfractuosidad de las montañas que le rodean con lo que han sido sus últimos días, sus ojos aun no se acostumbran a una luz que llegó a obviar con el paso de los días, solo noche, oscuridad fracturada por pequeños focos que expulsan coloridas y brillantes luces. Afina sus sentidos e intenta captar el dulce sonar del silencio, solo agrietado por la fina espada de un silbido que ahora si llega a sus oídos. Se estremece al sentir como la montaña derrama un helado frío que se escurre desde sus descalzos pies hasta la punta de unos dedos que ahora no siente. Solo escalofríos pudo sentir estos últimos días, escalofríos provocados por un cuerpo que intentaba expulsar un veneno a horcajadas.

Recuerda que lo llevó a aquella situación límite, los rostros que podía recordar se desvanecen y escapan como las lágrimas que ahora se derraman por unas mejillas cuyo límite arroja a las mismas a un precipicio que sacude su rostro al recibir tan húmedas y tristes gotas.

Su cara se entristece, esta vez mira con ojos abatidos a una ahora sonriente parca. Se rinde, sus sentidos escapan, su alma se corrompe y sus dedos deciden darse un eterno descanso. Entregado a los vientos su cuerpo se balancea en el aire sin escorzo alguno, no hay lucha posible todo se ha perdido. Su vertiginosa caída encuentra un suave e inesperado obstáculo, siente como varios brazos recogen su pobre y maltrecho espíritu, sorprendido observa a su alrededor, no acierta a reconocer sus rostros pero no tardará en sonreír a cada uno de ellos, la brillante luz que emanan los ojos de la esperanza, la melodiosa voz de unos labios que susurran “no te abandonamos”, la sonrisa picara y burlona del futuro, la hermosa e infantil cara de la ilusión…

Poco a poco aquellos inesperados visitantes lo ayudan a descender dulcemente hasta el mismo lomo de un valle que ahora lo recibe orgulloso mientras observa a una parca que guarda su siempre preparada guadaña.

Las yagas de aquellos dedos cicatrizarán para marcar el paso de lo que significó una nueva oportunidad…

No hay comentarios:

Publicar un comentario