sábado, 9 de mayo de 2009

Eslabones de pasión

Sentado en el cortado y grueso tronco que marca la entrada a la aldea, un caballero sostiene en su mano una pequeña y espigada rama, la mirada que ofrece el desamor es muy parecida a la hierática forma de un rostro a las puertas del averno. En su monacal silencio una imagen viaja a su mente, un padre que, portando una vieja bolsa de cuero y una amarga lágrima, se despide de un hijo con una frase llena de amor y despedida “esta vez la suma y la resta resultó negativa, aquello que mantenía el equilibrio se ha marchado”. Enigmática, sorprendente y, sobre todo, inaccesible para una mente infante en cuyo interior solo cabían historias de intrépidos y locos caballeros andantes.

Hoy aquella frase acude a su cansada mente. El “cálculo”, ¿de qué suma se trataba?, ¿tendría aquello que ver con las peleas que intentaba no escuchar en las frías noches anteriores a la marcha de su padre?, ¿o quizás se relacionaba con las pocas veces que desde hace mucho ya sus padres se dirigían sonrisas y se regalaban abrazos antes de la partida de su padre hacia el campo?, pero sobre todo ¿qué significaba la críptica frase referente a “aquello que mantenía el equilibrio”?

Sobresaltado da un brinco que lo lanza en una alocada carrera hacia su cercana morada, precipitado y entre tropiezos busca y rebusca entre sus pertenencias en busca de una pluma que haga las veces de afilada lanza con la que desafiar a un amarillento papiro que descansa junto al aún caliente y repleto caldero.Garabatos nerviosos, lucha contra la sinrazón y anhelada búsqueda de la cordura necesaria para llegar a la “misteriosa fórmula”. El brillo ha vuelto a sus ojos, la esperanza asoma, un conocido rostro adquiere bellas formas entre la espesa bruma que sus sentidos han formado en su maltratada y aun enamorada mente.

Un papiro estructurado en dos cuadrículas, un rostro iluminado que se detiene en su mágico hacer para agradecer entre susurros la suerte que tuvo el día en que aquel anciano detuvo sus pasos en su aldea y lo hizo partícipe del maravilloso mundo de la representación gráfica de las ideas, es decir, la escritura; por aquel entonces virtud propia de honorables sabios y “elegidos”.Complejos los extraños símbolos con los que aquel sabio lo instruyó, sorprendente la facilidad con la que puso en práctica cada una de las operaciones aprendidas. Cierto es que hasta aquel día tal aprendizaje solo valdría para poco más que adornar decenas de papiros que guardaba entre los pocos ornamentos de su modesta morada. Sin embargo hoy se convertía en instrumento, en medio para un fin, en la búsqueda de la verdad, de la certeza, de la solución a la incertidumbre que le consume, ¿qué hacer, qué decidir?

Incansable el ritmo que lo lleva a derramar una gota de sudor que empapa el borde inferior derecho de su trabajo, será tal gota la que firme un galimatías que ahora se detiene a observar mientras recupera un aliento que parece haber ido perdiendo con el paso de unos minutos que fueron horas, de unas horas que parecieron minutos.

Era el momento de iniciar la operación final, un rejuvenecido caballero mira atentamente el papiro, intentando unir todos los datos en uno solo, en un resultado final. En el margen izquierdo, encuentra la operación referente a la suma de todos los maravillosos momentos vividos, todo lo bueno, en el margen derecho, la suma de todo aquello que hubiera borrado de aquella historia, todo lo malo. Unirlos en una sola operación no sería difícil, restar ambos daría como resultado la primera parte de aquella frase de su padre. Al observar el resultado de la misma confirma sus expectativas, un resultado negativo, y era ello precisamente lo que lo tenía preocupado, triste, su relación había entrado en la senda de lo que acaba. Sin embargo no se resignaba, no podía acabar, debía encontrar la forma, hallar las razones, y estaba en el camino, el recuerdo de la marcha de su padre le estaba dando la clave.Concentrado en cada momento vivido, intenta hallar ese factor al que hacía referencia su padre en aquella críptica frase, ese factor que, a pesar de la rutina, a pesar de los problemas y el paso del tiempo, hacía mantener la llama de los sentimientos, del amor.

El paso de los minutos, de las horas, no hace bajar los brazos del caballero. Su insistencia, sus ganas, lo mantienen despierto, atento, alerta. Su concentración se ve alterada por un sorpresivo golpe de la ventana de su aposento que hace caer al suelo el candil encendido que sobre su cómoda descansa y da luz a la ya oscura morada. Apresuradamente el caballero intenta recoger el peligroso candil que amenaza con teñir de caliente y rojo fuego sus aposentos. Al levantar su mirada del suelo, recibe una suave brisa que trae hasta su pecho una pequeña rama de olor conocido. No hará falta mucho tiempo para adivinar que olor desprende. Se trata de una rama de azahar, rama que una cálida noche de verano dejo en manos de una hermosa joven de piel clara y cabellos plateados. Tal recuerdo lo invade, lo azuza, lo lleva a tiempos hermosos, días de cortejo, de paseos por la ribera del río que divide en dos su aldea, de primeros besos y noches interminables mirando las estrellas. Tales sensaciones lo hicieron derramar una lágrima que, al caer por su mejilla y ayudada por el viento, llegó a parar junto a la anterior gota de sudor derramada horas antes por el caballero sobre el amarillento papiro.

Sudor, lágrimas…sus ojos se abren al observar la lágrima derramada, que formaba junto con la ya seca gota de sudor, una figura que hace nacer en el caballero una idea que rápidamente quiere escribir, quiere grabar, no quiere olvidar.

Fruto de la pasión despertada, se apresura a mojar su pluma y garabatear de nuevo el dorso de aquel papiro. Tras acabar de escribirlo y firmarlo, el cansancio lo hace derrumbarse sobre su lecho, con una lágrima caída y una sonrisa en sus labios, a su lado, un viejo papiro en el que se puede leer: “Sudor en mis manos y lagrimas de amor, pasara lo que pasara, después de cada mal momento eso pude sentir tras volver a sonreírnos y amarnos, sudor en mis manos y lágrimas de amor, la pasión de unos ojos que me reciben como el cáliz que asomar a unos labios, sudor y lagrimas, lucha y pasión, factores que me harán crecer junto a ella, esfuerzos de la mano de la aventura más maravillosa de mi vida…mañana será otro día”

1 comentario:

  1. Impresionante tu capacidad narrativa. Me lleva por lares a veces inalcanzables, lejanos a la conciencia diaria. Y tu pasión por la escritura, justo como se describe en el texto....
    “esta vez la suma y la resta resultó negativa, aquello que mantenía el equilibrio se ha marchado”
    ¿Y cuándo te das cuenta de esto qué?
    Cuando el amor acaba perseguimos una idea de felicidad que no existe. Queremos mantener algo que desapareció ya, algo a lo que dificilmente volveremos. Pero luchamos, luchamos por volver a revivir instantes, pasiones,amores. Las mariposas que nos daban la vida todos los días. Nos damos cuenta de que estamos en una carcel en la que se ha convertido todo. Y seguimos luchando, luchando por permanecer en ella o por fugarnos. Hay que ser muy fuerte para ambas cosas.
    Y lo dificil que es sentarse para hacer estas sumas y restas aún sabiendo de antemano el resultado... Entiendo que haya gente que se niegue a hacer el cálculo.
    Me pregunto algo ¿Cuánto duran las cosas?
    Quiero dejarte un poema de Julio Herrera y Reissig.
    Ya no te amaba, sin dejar por eso
    de amar la sombra de tu amor distante.
    Ya no te amaba, y sin embargo, el beso
    de la repulsión nos unió un instante...

    Agrio placer y bárbaro embeleso
    crispó mi faz, me demudó el semblante,
    ya no te amaba, y me turbé, no obstante,
    como una virgen en un bosque espeso.

    Y ya perdida para siempre, al verte
    anochecer en el eterno luto,
    mudo el amor, el corazón inerte,

    huraño, atroz, inexorable, hirsuto,
    jamás viví como en aquella muerte,
    nunca te amé como en aquel minuto!

    Saludos

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